A los 15 años dejó su hogar en Puntarenas con una hija de meses en brazos. En San José, sola y sin dinero se apoyó en la educación para salir adelante. Hoy es una destacada estudiante de Administración de Negocios en la U Fidélitas
Muchas veces, un simple y frío número estadístico nos revela una dura realidad. Según el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC), en el 2018, el 21,55% de los embarazos en Costa Rica fue en adolescentes.
Estas niñas deben enfrentar a una sociedad que no siempre le da el apoyo que necesitan para salir adelante y deben asumir, solas, el liderazgo en un hogar.
Catherine Vargas fue parte de esta estadística y tuvo que sobreponerse a un sinfín de obstáculos para llegar a convertirse en una exitosa mamá. Hoy, es una destacada estudiante de la carrera de Administración de Negocios de la Universidad Fidélitas y experta en seguridad.
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Siempre positiva y con sus objetivos claros, Catherine recuerda ese difícil momento de su adolescencia. “Yo me fui de mi casa muy jovencita, tenía solo 15 años y dejé de estudiar en ese tiempo”, dice.
“Recuerdo cuando yo llegué aquí a San José: fue con una bebé de un año, con solo ₵30.000 en la bolsa y una caja con ropa y sin tener a dónde ir. Fue muy difícil, muy duro. Yo limpiaba casas, planchaba, era muy difícil”, agrega con la voz entrecortada.
De esos ₵30.000, invirtió ₵25.000 en un cuarto y a partir de ahí comenzó un largo camino para salir adelante y cambiar su destino.
Estudios
Catherine tuvo que dejar sus estudios para dedicarse a trabajar. Con el paso de los años, logró conseguir un empleo en seguridad, que le ayudó a proveer los recursos económicos para mantener a su familia a flote.
A los 21 años, y con la responsabilidad de guiar, educar y sostener a sus tres hijos: Shermeynne, Paola y Diego (hoy de 16, 13 y 11 años respectivamente), la espinita del estudio comenzó a rondar su mente.
Muchas interrogantes comenzaron a surgir: ¿podré?, ¿tendré tiempo?, ¿seré capaz?
La muerte de su mamá, quien siempre la quiso ver con un título en mano, la impulsó a tomar la decisión. Decidió que era tiempo de sacar el noveno año de colegio y luego el bachillerato.
Matriculó en un instituto, grababa las clases y las escuchaba con sus audífonos mientras era oficial en eventos masivos, bares y empresas de seguridad.
“Recuerdo que me tenía que aprender la tabla periódica, y me grabé un audio. Trabajaba de día en una empresa de seguridad privada y en la noche trabajaba en un bar. En la puerta escuchaba los audios que yo grababa con la table periódica”, recuerda con nostalgia.
En cuestión de 8 meses logró, lo que en un principio le parecía inalcanzable: su título de noveno año y luego su bachillerato.
“Nunca se me va a olvidar (ese día). Lloré como una niña chiquita porque no creía que algo tan grande fuera tan fácil y tan rápido de alcanzar”, cuenta.
Sueño en la U Fidélitas
Dicen por ahí que “no hay mal que por bien no venga”. Eso dicho refleja lo que le pasó a Catherine cuando la despidieron de la empresa de seguridad, a sus 29 años.
Tuvo que buscar un nuevo empleo, y lo encontró: ayudando en un restaurante de comida rápida entregando comida a domicilio en una scooter.
En una de sus muchas entregas, Catherine vio un gran rótulo que la obligó a parar y meditar sobre su futuro: “Me mandaron a un residencial cerca de la Universidad Fidélitas y cuando pasé al frente del campus, vi la luz encendida del rótulo grandote. Ahí me dije: ‘Qué lindo’, y comencé a ver a la gente salir y entrar y yo decía: ‘algún día’. Ese era mi sueño frustrado. Yo solo los veía y me daba algo de envidia”.
Cuando consiguió un trabajo temporal en el Tribunal Supremo de Elecciones, en el área de Seguridad Integral (luego fue nombrada en propiedad), aprovechó la oportunidad y matriculó Administración de Negocios en la U Fidélitas.
“Fui a la universidad, pedí los requisitos y me dieron toda la información y decidí matricular el bloque completo. Yo dije: ‘Voy con todo’, dijo emocionada.
Duro inicio
Los comienzos no son fáciles y, al principio, Catherine se enfrentó con muchas de sus inseguridades: “Cuando comenzó el primer cuatrimestre, tuve una profesora que se llama Heidi Carranza y ella a nunca la voy a olvidar”.
“Yo la escuchaba hablando y me decía: ‘ella está hablando en chino, esto no es para mí’ (…). Le mandé un audio y estallé en llanto y yo le decía: ‘profesora yo no puedo, no entiendo’”, recuerda.
Finalmente, luego de conversar y desahogarse, la profesora Heidi la logró convencer para que no desertara: “Me acuerdo que ella me calmó y me contó sobre su vida, me abrió los ojos y me dijo: ‘Todo lo que yo quiera alcanzar, lo iba a poder lograr’. Nada más tenía que enfocarme, tranquilizarme y tenía que abrir la mente y dejar de decir: ‘no puedo’. Fue cuando cambié de mentalidad y fue uno de mis mejores cursos. Me saqué un 100”.
Ese empujón la ayudó a visualizar un mejor futuro para ella como mamá y sus tres hijos: “La universidad también me ha abierto muchas puertas, a seguirme preparando y a seguir pensando en mejorar mi futuro. Saber que soy una mujer capaz e inteligente. De que mis hijos están orgullosos de mí y todos los días me lo dicen. De ver a mami tan realizada y tan orgullosa, con más autoestima”, afirma.
También ha logrado desarrollar sus habilidades blandas gracias al STEM, una metodología que se imparte en todas las clases de la Universidad Fidélitas. “He aprendido mucho sobre el manejo de proyectos, la investigación (…) y el trabajo en equipo”, afirma.
Hoy, sus buenas notas reflejan su gran esfuerzo y dedicación como mamá estudiante. Son parte de un sueño que sigue construyendo y que espera, en unos años, alcanzar con su título. “Cualquiera, por más humilde que sea, no necesita nacer en cuna de oro o tener miles en las bolsas para poder superarse. A mí me ha costado muchísimo, pero lo he podido lograr; Si yo pude sola con tres hijos, cualquier lo puede lograr”, finaliza con gran convicción.
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